Inclina, Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. ¡Oye, Señor! ¡Señor, perdona! ¡Presta oído, Señor, y hazlo! No tardes, por amor de ti mismo, Dios mío, porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.” (Daniel 9:18-19)
La palabra dada a las voluntarias fue que es preciso vencer toda aquella actitud o todo aquel comportamiento que impide de tener una mayor comunión con Dios en el día a día, ya que de una comunión sincera y verdadera va a depender que se tenga la sensibilidad de percibir lo que la otra persona pueda sentir, de comprender el dolor que la otra persona puede estar pasando por la falta de Dios en su vida, por la falta de comprensión, de atención y de amor por encontrarse lejos de la verdad que libera y fortalece que es Dios. En esta oración que Daniel hace por su pueblo refleja que él podía sentir el dolor que estaba pasando su pueblo por encontrarse lejos de Dios y que era necesario buscarlo pidiendo su misericordia y libramiento. Las voluntarias reflexionaron sobre lo que es preciso hacer para corregir lo que está impidiendo de ser amiga de Dios, de escuchar su voz, para que la labor que venga a ser realizada a través del proyecto Rahab sea con mucho amor y dedicación, dando lo mejor a toda aquella persona afligida que decida darse la oportunidad de cambiar su vida.